miércoles, 21 de mayo de 2014

espacio público, ciudad y sociedad

Uno de los problemas actuales que destacan en el contexto urbano es la falta de uso y adaptación de los espacios públicos a los usuarios; la pérdida de forma y funciones que tiene como consecuencia su ineficacia; escaso empleo e incomunicación; la falta de implicación con los ciudadanos hacia las iniciativas municipales.
En estos últimos tiempos, las entidades municipales en busca desesperada del voto, están basando su política en el hipotético cuidado de las ciudades y su imagen para ofrecer un modelo de hábitat urbano agradable para el ciudadano aunque a veces sólo se queda en intención.
Los espacios públicos al aire libre, tal y como han analizado algunos autores, aportan valores emocionales fundamentales que enriquecen la vida de los ciudadanos en el contexto urbano, constituyen aspectos insustituibles para el bienestar físico y psicológico de las personas ya que favorecen la relajación, en primer término, la sensación de libertad, la práctica de deportes, así como el contacto personal y con animales de compañía entre otros. Dicha inquietud por el tema me llevó a realizar un trabajo de iniciación a la investigación sobre el espacio público con el objeto de poner en valor del espacio público como espacio urbano accesible por todos los ciudadanos y usado de manera anónima; la búsqueda de los ingredientes que debe tener un espacio público para satisfacer las necesidades cotidianas, un lugar de encuentro y espacio de disfrute capaz de absorber cualquier tipo de acto público en el sentido de libertad individual que el núcleo urbano inspire al ciudadano y el reconocimiento del espacio público como generador de la estructura urbana.
Uno de los hechos que dota de luz propia a la dimensión espacial en la ciudad es la concepción del espacio urbano como contexto donde se enmarcan las relaciones sociales, y como expresión de las mismas, lo “urbano” se transforma, no solo, en el marco de la acción, sino en “la condición y el símbolo de la relación entre los hombres” (Simmel, 1924).
A partir de ello, podemos entender el espacio público como un espacio multidimensional donde confluyen las dimensiones físicas, sociales, culturales, administrativas y simbólicas. La dimensión física es el soporte de las otras que se articulan en torno a interacciones de los individuos y las organizaciones, tanto públicas como privadas. El peso simbólico de un espacio público nos viene determinado por estas interacciones así como por los elementos estructurales e históricos que originan dicho espacio, referido a la plaza central del casco histórico de una ciudad medieval, como a un parque en un barrio de reciente creación o un espacio apropiado en un no-lugar o un lugar intersticial en la trama urbana.
Los espacios públicos han sido siempre escenario de la tensión existente entre el poder y el súbdito (ciudadano) siendo el poder, formado por las instituciones generalmente locales, quien ha provisto, diseñado y ejecutado los mismos. No obstante, los espacios públicos sean calles, plazas, parques han sido y son espacios de apropiación por antonomasia. Son lugares donde se articula una topografía espacio tiempo que determina los usos y los valores simbólicos en cada momento del día, de la semana o del año. El uso del espacio público como lugar de intercambio económico para mercados y ferias; político, como ágora, foro; o lúdico, como lugar de desarrollo de actividades, no han cambiado tanto a lo largo de la historia, pero si lo ha hecho el escenario.
Los espacios públicos en los países desarrollados son espacios hiperregulados, y por lo tanto lugares donde se plantean conflictos de forma permanente, porqué cada vez los usos están más restringidos y sujetos a control. De hecho cada vez más el diseño de dichos espacios está mediado por la necesidad de control y limpieza superponiendo en muchos casos éstos a un programa que permita que funcionen como lugares de reunión, intercambio y creación social. Estamos actualmente acostumbrados a encontrarnos, en el mejor de los casos, ante un espacio limpio pero vacío, que ante un espacio heterogéneo y con usos diversos y espontáneos. L regulación abusiva y el cambio de patrones lúdicos y políticos hace que el ciudadano se aleje de los espacios públicos. En muchas ocasiones los espacios públicos sólo tienen uso si existen actividades organizadas o establecimientos de hostelería (chiringuitos, terrazas, etc).
Los espacios de uso público más característicos, como los parques y plazas, tienen diverso grado de aceptación dependiendo de su ubicación con respecto al municipio o al barrio. Aquellos espacios que encontramos en zonas centrales o históricas de la ciudad están más regulados y su uso es más demandado. En el caso de zonas periféricas, a menudo encontramos plazas y parques con usos específicos de ocio juvenil que buscan insertarse en los espacios apropiados de los que carecen en la ciudad y chocan con los usos de otros usuarios y son percibidos como amenazadores y directamente peligrosos. Sin duda uno de los elementos determinantes en el uso del espacio público por el ciudadano y el control institucional de los espacios públicos es la seguridad, es decir, la percepción (objetiva o subjetiva) de su ausencia.
Cabe destacar que el espacio público, como espacio democrático por excelencia de nuestras ciudades, necesita ser usado más y mejor. El espacio es público en tanto es usado por el ciudadano -gente caminando por las calles, relajándose en terrazas o sentados en bancos, jugando y disfrutando de espacios existentes entre edificios, etc.- sino se convierte en un espacio degradado. Decir tiene que dichos usos debieran ser estimulados desde las instituciones públicas pero también desde la sociedad civil. Se necesita buscar el equilibrio entre la actividad, la calidad de vida del entono y la seguridad. Se deben habilitar espacios públicos temporales y dotar de la máxima flexibilidad de usos a los que existen.
El espacio público debe ser un referente espacio temporal para la ciudadanía tanto residentes en el entorno como en otras partes de la ciudad. Debe ser un polo de atracción de actividades pero también de identidad y significado para los ciudadanos tanto por su diseño y elementos como por las funciones que desempeña en la vida cotidiana, apoyando o quizás mejor tolerando los usos informales y nómadas que se dan en los espacios para que generen su propia identidad e historia ligada a la experiencia cotidiana de sus usuarios.
En la actualidad, las nuevas tecnologías juegan un papel importante ya que ofrecen un enorme potencial para los espacios públicos pero también funcionan como sustitutivos de ocio en mucho de los colectivos de usuarios tradicionales como los jóvenes o niños. Si antes las familias mandaban a sus hijos/as al parque para despejar la casa, ahora están mas tranquilas si éstos están enchufados a la tele, ordenador o videojuego.
Por otro lado, las nuevas tecnologías aportan una enorme frescura dinamizadora de la vida comunitaria en los barrios donde es más fácil hacer una convocatoria, organizar actividades, etc. Nuevas tecnologías e informalidad son la receta, o mejor dicho parte de la receta de cómo modernizar y volver a poner en primer plano a los espacios públicos en la vida de los ciudadanos. Por otro lado, se abre también un debate entre el uso público de la red en los espacios públicos y los perjuicios de las compañías de telecomunicaciones que ven una potencial perdida de control de usuarios y beneficios. Debo decir que mi desconocimiento me limita en la valoración de las TICs pero a priori sería interesante el desarrollar espacios wifi en algunos espacios públicos siempre que permitan la interacción social y no atenúe el “ostracismo tecnológico” que genera el uso individualizado de telefonía, videojuegos, etc. entre la población joven y no tan joven.

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